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Libros revelados y seres extraterrestres

            Aunque el fenómeno de las transferencias extramundanas se disparó a mediados del siglo pasado, no constituye ninguna novedad. Recordemos que escrituras sagradas como Los Vedas, el Antiguo Testamento y El Corán tuvieron asimismo un origen supranormal. Del s. XIII al XVII una hornada de devotísimas monjas católicas lanzaron profusos manuscritos instilados en sus mentes enfervorecidas por Cristo, el Sagrado Corazón de Jesús y la Madre de Dios.

            Ya en el Siglo de las Luces Emanuel Swedenborg plasma sus arrebatadas visiones en veinticinco mamotretos que supo­nen no menos de 15.000 páginas. Y, para terminar, en 1823 el querubín Moroni ofrendó a Joseph Smith las 595 hojas de El Libro del Mormón, texto fundacional de una próspera religión que perdura hasta el día de hoy.

El contacto como manipulación social

            Por la envergadura de los ejemplos citados [en páginas anteriores del libro] salta a la vista que la revelación coetánea no es un episodio ocasional y for­tuito, sino más bien un paradigma clave de los tiempos moder­nos. Alguien está maquinando algo extremadamente importante mediante el surreal dispositivo revelatorio.

            Por razones todavía mal conocidas, entidades no conven­cionales dedican sus abundosas energías a inyectar en el magín de una horda de sensitivos la actual epidemia de documentos traspasados de uno a otro nivel de vibración.

            ¿Qué seísmo se ha desencadenado en la conciencia de tantos visionarios para que fabriquen ristras inacabables de papel im­preso? ¿Quiénes son los dramaturgos, guionistas, coreógrafos, actores y público que organizan el imponente escenario revela­torio? ¿Quién tira de los hilos, qué cristobitas se mueven al fondo y, sobre todo, qué se pretende con tamaña avalancha de información caída literalmente del cielo?

            No hay duda, el channeling [proceso de recibir información o inspiración  desde planos No-Físicos de nuestra existencia] está de moda. Decenas de miles de contactados repartidos por los rincones más apartados del globo dan fe de su incansable recepción de mensajes emitidos según parece desde otras dimensiones, que sus seguidores re­cogen con ánimo de hacerlos circular en un cenáculo íntimo y poco más.

            Pero el hilo conductor de los trasvases del saber entre el cielo y la tierra se delinea a lo largo de la historia no a las claras y en línea recta como sería de agradecer, sino por decirlo así adobado en sinuosas circunvoluciones de artero camuflaje ide­ológico.

            En épocas pretéritas el contacto instrumentó los grandes movimientos religiosos, así como la adrenalina de la conquista en nombre de lo Trascendente. Muchas batallas clave, si no la mayoría de ellas, fueron ganadas por uno de los dos bandos contendientes gracias a la oportuna intervención en el firma­mento de la Cruz, Santos carismáticos, el níveo corcel de San­tiago Matamoros, Jesucristo, María Santísima ...

            Si se ahonda en su origen histórico, es fácil comprobar que las tradiciones populares, leyendas religiosas, creencias dogmá­ticas, celebraciones litúrgicas, fiestas sagradas, devociones, tem­plos conmemorativos y órdenes monásticas nacieron no al azar, sino por instigación expresa y reiterada de algún ser superior, ángel, santo o advocación mañana, a un devoto, fraile o profesa de exaltada pasión proselitista.

            Hacemos notar de pasada que los prodigios, curaciones ins­tantáneas, apariciones y milagros preternaturales no son monopolio de la cristiandad, sino que tales eventos paranormales flo­recen desde tiempos inmemoriales y con características propias en todas las culturas, religiones, sectas y denominaciones, siem­pre implantadas desde lo Alto.

            Otra gran etapa del trato con lo superfísico devino con el pujante movimiento espiritualista, cuya eclosión tuvo lugar con las extraordinarias manifestaciones vividas por las hermanas Fox, cerca de Nueva York, en 1848, curiosamente a la par de una importante revolución social y política que transformó la faz de Europa. ¿Alguna conexión entre ambas oleadas de suce­sos?. Alian Kardec sistematizó en Francia esta creencia tan ra­cional que sostiene la comunicación con los mortales de espíritus desencarnados que antaño fueron personas fallecidas.

            A partir del 24 de junio de 1947, renombrada efeméride del nacimiento de la era de los platillos volantes, se destapa la mo­derna fase de una suerte de radiotelefonía interdimensional, en la que innumerables "hombres—contacto'' airean mensajes imbuidos en sus mentes por hermanastros oriundos de otros planetas.

            A pesar del simulacro de diversidad (oráculos griegos, apa­riciones sagradas, finados que narran sus experiencias en el más allá y androides interplanetarios), al atento observador no se le escapa que bajo esta abigarrada fenomenología de lo inusitado, el substrato causante es siempre el mismo a través de los siglos: sibilinas energías intencionales enfrascadas en moldear a volun­tad las creencias populares.

            Para lograr tamaño empapado de cráneos en la carne de cañón de los lugareños desprevenidos, los intrusos se han venido adaptando con maquiavélica ingeniería psicológica, me­diante algún cambiante atrezzo simbólico admisible por las mul­titudes, al ideario y costumbres imperantes en cada época, lugar y cultura.

            En las centurias de fervor crístico un dispositivo eficaz para elevar a las gentes por encima de las animalizadas pasiones mundanales, consistió en materializar ante los estupefactos ca­tecúmenos figuras parlantes que refulgen como el sol del Na­zareno, Nuestra Señora, el Corazón de María y los Santos eclesiales. Cuando el racionalismo invadió las conciencias y la Iglesia dejó de impregnar la ideología dominante, se orquestó el espectáculo de las ánimas que daban buena cuenta de sus penas y alegrías postmortem en los cielos e infiernos del otro barrio, por medio de las sesiones espiritistas.

            Arribada la era espacial, procedía incidir en la mentalidad colectiva mediante un reciclado aparato simbólico, aceptable para la civilización tecnológica y librepensadora de la ciencia, el alto nivel de vida y los placeres lúdicos del consumismo. Y a tal efecto se habilitaron astronaves superferolíticas deambu­lando por el cénit y una turbamulta de estrambóticos alieníge­nas, quienes "soplaban" al equipo mundial de contactados descripciones relativamente comprensibles y verosímiles sobre la vida y milagros en otros planetas habitados comparables a la Tierra.

Ignacio Darnaude Rojas-Marcos, Libros revelados y síndrome contacto E.T., Ed. Círculo Rojo, Almería, 2014, pp. 11-16.